En nuestro país la productividad ha caído un 7,3% en lo que va de siglo, un dato que contrasta con países como Estados Unidos, donde el repunte en el mismo periodo es del 15%. Decía el Nobel de Economía Paul Krugman: “una depresión, una inflación galopante o una guerra civil puede empobrecer a un país, pero solo el crecimiento de la productividad puede enriquecerlo”. Las cuestiones que subyacen son: ¿qué factores lo explican? ¿Deberíamos medir la productividad de otra forma?
En España la productividad ha caído un 7,3% desde el cambio de milenio, mientras que en países como Estados Unidos ha crecido un 15%
La productividad se ha convertido en el lastre de la economía española. Como un mantra, emerge en cada conversación. Cada comparecencia de las autoridades económicas de nuestro país gira alrededor de la dichosa productividad.
De hecho, una de las grandes metas que se ha marcado el nuevo titular de la cartera de Economía, Carlos Cuerpo, es precisamente incrementar la productividad del tejido empresarial.
Lejos de las cifras de otros países
La productividad viene a determinar, entre otros factores, la competitividad de las empresas. El principal indicador de eficiencia de los factores de producción es la productividad total de los factores o PTF, que resulta de la tasa de crecimiento de la producción y la tasa ponderada de incremento de los factores.
Esta es la que precisamente se ha reducido un 7,3% en los primeros 22 años de siglo, mientras que en Estados Unidos ha crecido un 15%, en Alemania casi un 12%, y en Reino Unido un 8,8%.
Pero, ¿por qué la productividad es tan baja en nuestro país si el crecimiento económico se mantiene? Si bien es cierto que el PIB crece gracias al empleo de más cantidades de trabajo y capital, la PTF se mantiene por debajo de los niveles del siglo pasado.
Otro factor es la excesiva acumulación de activos inmobiliarios durante el boom, que las empresas todavía mantienen. Desde el punto de vista de la inversión, sería necesario mirar al I+D.
En comparación con las economías avanzadas, España es la última en inversión en intangibles, como el i+D, donde solo destina el 40,5% del total. Y no puede olvidarse otro factor clave: la calidad del tejido empresarial.