La próxima gran crisis no será financiera, será demográfica. Las alertas han saltado después de que el INE confirmara que España ha registrado la cifra más baja de nacimientos desde 1941. En el primer semestre de 2018 apenas nacieron 179.794 niños y en el mismo periodo perdieron la vida 226.384 personas. El crecimiento vegetativo, la diferencia entre nacimientos y muertes, arroja un saldo negativo de 46.590 personas y aviva el debate sobre el futuro de las pensiones.
La tendencia es la misma en Europa, con unas proyecciones de población en torno a los actuales 500 millones de personas para las próximas décadas. Sin embargo, los demógrafos no son tan pesimistas. “En los últimos 35 años la ratio de hijos por mujer apenas ha cambiado, está en 1,3 hijos”, explica en Entre Líneas Antonio López Gay, investigador del Centro de Estudios Demográficos (CED), en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). El problema es que a pesar de que el número de hijos no ha variado “tenemos menos nacimientos porque hay menos mujeres en edad fértil y tenemos una mayor esperanza de vida pero más individuos en la cúspide de la pirámide poblacional”. Así que el saldo negativo en las cifras de población será la tendencia dominante en los próximos años.
“Demográficamente ya no vamos a crecer si no es por inmigración”, advierte la demógrafa del CSIC, Teresa Castro. Pero sí es posible atajar el problema desde varios frentes que pasan por ver “a los hijos como un bien social” y crear en torno a ello una estrategia nacional apoyada por el Estado y las empresas y que requiere de inversiones cuantiosas.
Los demógrafos coinciden en que las mujeres españolas quieren tener más hijos de los que tienen y querrían tenerlos antes. Las principales causas para que esto no suceda son el contexto laboral y económico y la dificultad de acceso a la vivienda. La precariedad y la falta de estabilidad laboral, sobre todo en los jóvenes, unida a la dificultad de emancipación residencial están detrás de la tardía maternidad en España, donde el primer hijo suele llegar a los 31 o 32 años.
“Es necesario crear un entorno favorable para que quien quiera tener hijos los pueda tener con mejores trabajos, mejores condiciones y sueldos y menos precariedad”, apunta López Gay. “La clave es la emancipación residencial y económica, además de políticas sociales destinadas al apoyo familiar, medidas de corresponsabilidad y conciliación real y permisos de paternidad y maternidad más largos y equiparables”, señala Castro.
El futuro de las pensiones y la sostenibilidad del sistema es un debate importante, pero no es el principal, porque no ataja la raíz del problema. “Hablamos de envejecimiento y de quién va a pagar las pensiones, pero antes de preocuparnos por tanta gente que va a llegar a edad avanzada tenemos que preocuparnos de que estos jóvenes tengan un trabajo mejor pagado, menos temporalidad, aumentar las cotizaciones etc. Nos preocupamos mucho por el estado futuro pero no somos capaces de dotar a generaciones más pequeñas de un trabajo de calidad que permita atajar el problema demográfico”, concluye el experto del CED.
“Antes de preocuparnos por las pensiones deberíamos hablar de precariedad laboral”
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