La crisis en Ucrania es una guerra devastadora, una situación que ha obligado a emigrar, mejor dicho, a huir de su país a millones de habitantes, los ucranianos y, por el momento, según el conteo oficial más de dos millones.
Dos millones de personas que de un día para otro abandonan sus trabajos y casas porque están destruidas a sus familias porque, en muchos casos, no saben dónde están, porque suenan los teléfonos los que, con suerte, dan señal pero nadie (o muy pocos quedan al otro lado).
Escucha el resumen semanal completo en este podcast de El Balance:
La guerra en Ucrania se recrudece mientras que Rusia no cede en sus posiciones con un presidente en España que se lanza a la ficción
Porque en la Europa del siglo XXI se están abriendo fosas comunes. Cementerios para los cientos de cadáveres sin reconocer que, un día, cuando sus descendientes quieran saber de ellos, no habrá ni una sola pista de su paradero.
Y todo esto porque un oligarca, un mandatario venido a autoritarista de la más rancia época bélica, Vladímir Putin, considera que parte de un mundo que ya no existe todavía le pertenece.
Porque considera que un país democrático, que con los votos de las personas, en 1991 se independizó de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Ucrania, no tiene porqué ser lo que es hoy. Un país más en el mundo. Porque, y esto lo ha dicho el mismo Putin: "Ucrania no es un país".
Pero es que es más su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, asegura, además, que ellos no están atacando a Ucrania. Que ellos nada. Que todo esto es culpa nuestra porque occidente (y con Occidente estamos hablando, en este caso, de Estados Unidos) ha aumentado su presencia en la zona fronteriza con la que hace años fue su potencia enemiga a batir durante la Guerra Fría.
A día de hoy la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, ya saben, aquella de que si nos atacan a uno, nos atacan a todos, está compuesta por 30 países. Nosotros, España, estamos dentro. En la mesa se sientan grandes potencias como Estados Unidos, Francia o Alemania y, a día de hoy, que tengan frontera terrestre directa con Rusia: Estonia, Letonia , Lituania y Polonia.
Y precisamente es donde este mismo, en Varsovia, estaba la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, en una reunión con los líderes políticos polacos, en estos momentos, con miedo ante que, tras Ucrania, Moscú decida enviar allí a los tanques.
Harris decía que "la OTAN es la OTAN" y como el Kremlin avance por Polonia, el ataque será inminente. Al tiempo, en Ucrania siguen los disparos de ametralladoras en las calles y el Gobierno de Kiev (y en Kiev) en la resistencia tratando de no dejar caer la ciudad que hoy se ha convertido en un símbolo.
Una ciudad donde en la Plaza Maidan, en el epicentro de toda la vorágine bélica y entre barricadas, sonaba la música, por la paz, este pasado miércoles. Para recordar a Putin que más que los militares y trajes de camuflaje, lo que se necesita es sentarse a negociar una retirada que para el ministro de exteriores, Dmytro Kureba sería lo más lógico sobre todo, decía ayer en la cumbre por la diplomacia en Anatolia, porque ellos no han hecho nada para que les ataque y la desigualdad de oportunidades es máxima.
Pero aquí hay otro asunto. De momento tenemos a Suecia y Finlandia que no saben qué hacer con respecto a la OTAN. Ellos podrían, en momentos como estos, estar más interesados en entrar. Putin les ha dicho que como se pongan “tontos”, los invade también. Que en Estocolmo se está un poco más calentito que en Moscú (y más con los precios de la energía por las nubes).
Ucrania, por ver si cuela, dice que quiere (a todo esto) entrar en la Unión Europea. Esto tenemos que decir que lo lleva tiempo intentando Bruselas, de momento, y ahora a pesar de la crisis, les dice que bueno, que lo miran, pero que no ven que sea una opción, dicho finamente, viable.
Barcos a la deriva y sin vodka
Aunque todo esto tiene derivadas y más de una. Alguna excesivamente curiosa este es Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela el otro día que de debió de levantar con el espíritu de Gustavo Adolfo Becker e inspirado se arrancó, en sus interminables mensajes que lanza a los suyos en chándal, a hablar de Estados Unidos. Los imperialistas de Washington con quienes ahora quieren hacer las paces. Y todo esto, ¿por qué?
Pues porque tienen petróleo y al mundo entero mirando. Porque esto tiene una explicación. A media tarde (del martes), Joe Biden anunciaba que los puertos de la primera economía del mundo dejarán de recibir crudo del Kremlin una decisión secundada, en parte por el Reino Unido, pero que el resto de aliados europeos ha rechazado por el momento.
Luego está una solución más advenediza, podríamos decir que es la que nos ha dado el alto representante para la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell. Bajar la calefacción.
Que sí, es una solución para bajar el consumo pero aquí en España a una semana y media de acabar el invierto.
¡Ah! Y la última. Los brindis cada vez van a menos. Europa y Estados Unidos se quieren ir de fiesta, pero Rusia no les deja. Ni petróleo ni cubatas. El boicot llega a las discotecas y las reuniones “privadas” en alguna que otra casa que, por la pandemia de la COVID-19, se pusieron tan de moda. Por los rusos están ahora vetados en Reino Unido o Estados Unidos y en Suecia o Finlandia para vender vodka.
Un presidente 'superstar'
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno al que se le prepara una serie de televisión al más puro estilo Georgina de Netflix. ¿Veremos al líder del país comprar en la pescadería? ¿Ir a hacer deporte al gimnasio cerca de casa? ¿Coger el Falcon?
¡Cuántas preguntas nos quedan en el tintero!