El Eurogrupo estará presidido los dos próximos años y medio por un político tímido, alejado del impulso y el protagonismo que gusta a su antecesor, Jeroen Dijsselbloem.
Mario Centeno, Ministro de finanzas de Portugal, experto en mercado laboral, es ya presidente del Eurogrupo. En París ha tocado por primera vez la campana que da inicio a las reuniones de esta institución informal. En su rostro todavía la timidez que le caracteriza, pero también la del recién llegado.
Asegura que desembarca “profundamente motivado para liderar el Eurogrupo en los próximos años y medio”. Y aunque agradecer a su antecesor el “duro trabajo y los compromisos que hemos sido capaces de alcanzar en los últimos cinco años”, Centeno quiere reformar y fortalecer la eurozona, cerrando la Unión Bancaria, con instituciones como el Superministro de Finanzas que considera clave.
“Se ha hecho mucho, hemos salido de la crisis, pero tenemos que reconocer que el trabajo, ciertamente, no está todavía completado”, asegura en París al tomar el testigo de Dijsselbloem. Alemania no tendrá gobierno, pero para Centeno la eurozona tiene “una ventana de oportunidad, tanto política como económica, que debería ser usada para completar nuestro marco institucional”.
Para conseguir esta agenda, Centeno deberá forzar la mano de Alemania, Holanda o Finlandia, todavía reacias a la Garantía de Depósitos Común porque temen los niveles de morosidad en bancos como los italianos. Esos tres países, junto a Bélgica o Austria, han sido voces duras en los rescates de Grecia o Chipre. O en el seguimiento de las reformas en España o Portugal. Es el legado que deja Dijsselbloem en el Eurogrupo: fortaleza de las cuentas públicas del euro, consolidaciones y fusiones de bancos y vastas reformas en los mercados laborales para ganar en flexibilidad y competitividad.
Ahora, Centeno lidera un bloque del sur con Francia, Italia o Grecia, también España, que presiona por la mutualización de riesgos, las políticas pro-crecimiento y la mayor integración financiera. En 2 años y medio, veremos si lo consigue. De momento, en su país compagina las tesis en favor de mayor gasto público de sus socios, con el cumplimiento de los objetivos fiscales exigidos por Bruselas y la aplicación de medidas económicas que impulsen el crecimiento. Su talante pactista, capacidad de adaptación y de llegar a consensos está haciendo de Portugal una historia económica de éxito.