Con sentido de la transparencia y responsabilidad, se produce el comunicado de ayer mismo ante el Congreso.
La campaña presidencial se ha visto salpicada por un tema que, ante la inminencia de la finalización del día de voto, de no quedar aclarado podría generar responsabilidades en el F.B.I.
Así, su director, James B. Comey, acaba de decir al Congreso que no halla prueba alguna en los nuevos mensajes encontrados y que por lo tanto no le imputa ilícito alguno.
El caso consiste en si ella y su equipo han incurrido en alguna responsabilidad al almacenar incorrectamente información clasificada en un lugar donde no debía, es decir, en su servidor privado. Por ello hemos visto a un F.B.I. interviniendo como nunca en las proximidades del proceso electoral, sentando un precedente.
¿Significa esto que el caso está cerrado? Me temo que no. La reciente apertura del caso se produjo como consecuencia de la investigación realizada no a la señora Clinton, sino a Anthony Wiener, la antigua pareja de la ayudante personal de la candidata que es investigado por sus relaciones con una quinceañera. En aquellas fechas se presentaba para la alcaldía de Nueva York y al saltar la noticia su carrera finalizó.
Una lectura en profundidad del comunicado no deja claro que el resto del equipo quede exonerado de responsabilidad ni que el F.B.I. haya tenido tiempo de revisar todos los mensajes.
Lo que parece que declara es que la candidata está a salvo porque los hechos no fueron de forma intencionada. Ella ha reconocido en repetidas ocasiones que no lo hizo knowingly, “a sabiendas” como diríamos aquí, y que no fue una decisión acertada.
Y es que este ha sido la clave del caso: Si hubo intención por parte de la antigua Secretario de Estado y el secreto de la actual investigación.
En definitiva, está claro que tanto si gana las elecciones como si no, nos tememos que surgirán voces que pedirán su procesamiento por estos hechos.
Por: Arcadio García Montoro