Actualmente más de 2.5 trillones de dólares en beneficios se quedan fuera de los estados unidos.
Los datos facilitados ayer en cuanto a aquellos beneficios que no son gravados hasta que no vuelven a los EEUU nos adelantan que, en el caso de propiedades o equipamiento, se puede reducir el tipo enormemente hasta el 5% y en el caso del efectivo, la norma baja el impuesto al 12% permitiendo además que se paguen en ocho años.
Por tanto, la administración Trump pretende que sus grandes empresas que operan también fuera no se vean obligadas a quedarse fuera por el tipo 35%, y roza el 10% aplicable a dichos ingresos como subsidiarias americanas en el resto del mundo.
Este movimiento hay que entenderlo en clave de lo que sucede en la UE, que quiere mover ficha en breve.
La Comisión Europea está estudiando lo que se denomina el régimen fiscal de crecimiento amigable.
Ha pedido colaboración pública porque le preocupa también que los beneficios de este tipo de empresas globales escapen a las fronteras de la UE.
En el punto de mira están sobre todo las empresas tecnológicas, claramente fuera de juego en materia fiscal con una regulación tan caduca.
Recordemos el caso Apple que desde los años noventa se somete a un régimen muy favorable. Lo mismo ocurre en Luxemburgo y con las otras grandes. Incluso hemos visto ya como en Irlanda está en marcha un correctivo a dicho tratamiento.
En conclusión estamos a punto de ver una dura batalla por recuperar activos y gravarlos tanto en EEUU como en la UE.