La inflación tiñe de rojo al sector del retail. Asos anuncia profit warning, no van a facturar lo que esperaban porque no pueden más. Las presiones se intensifican y el negocio se hunde mientras en bolsa los inversores salen despavoridos porque no confían en que nada vaya a ir a mejor.
¿Qué le está pasando a la industria? ¿Punto y final a aquello de comprar lo que no queremos y devolverlo porque sí?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
La cotizada británica, Asos, lanza un profit warning a la espera de lo que puedan hacer los consumidores en verano con las devoluciones de los productos por la inflación
Ese subidón, el de la dopamina cuando en una tienda online le damos al botón de “comprar” y en unos días nos llega a casa el paquete en el que está el tesoro mejor guardado, nos rezan en las etiquetas, el que nosotros hemos elegido.
La facilidad a la hora de comprar, el hacerlo todo desde un sofá y según nos viene pareciendo bien (siempre y cuando la cartera nos lo permita) nos pone ahora en jaque.
Fijénse en este dato: cada 4,9 segundos se entrega un paquete en una gran ciudad como Barcelona. Miles de mensajeros, posiblemente, estén a esta hora de la tarde llamado a sus puertas o, aquí está el truco, recogiendo en sus portales los productos que en su día compraron y ahora no quieren.
Bien porque no les vale o bien porque la inflación, las subidas de los precios de todo, está haciendo mella en sus cuentas bancarias. El 36% de las personas habían devuelto en 2021 algún producto comprado de forma 'online'. La mayoría, ropa. Un 54% de los clientes ha devuelto alguna vez una prenda.
El comportamiento del cliente ha cambiado y nosotros ya no somos los que éramos. Y las empresas no quieren ser tampoco las mismas. Se oponen a que todo siga igual y, sobre todo, a que sus cuentas de resultados trimestrales se vean lastradas porque nosotros no sabemos lo que queremos o gastamos lo que no tenemos.
Ortega y Jassy se revelan
Ahora, Inditex abre la puerta por primera vez a cobrar alrededor de 1,95 euros por devolución, algo que ya ocurre en otros países como Reino Unido, Alemania o Irlanda. Zalando nos pide un mínimo de compra porque dice que el gasto que tienen de capital humano, es decir, el gasto que tiene a la hora de contratar gente se dispara porque no pueden gestionar con lo que tienen todo lo que les piden.
También nos dicen que la sostenibilidad es un problema que quiere atajar. A falta de excusas, el planeta.
Y en este momento en que Amancio Ortega nos dice que nos olvidemos de comprar y devolver después de unos pocos usos. También después de que Amazon haya dicho que se va a fijar más en los paquetes que les lleguen de vuelta porque a lo mejor los estamos estafando.
Asos ya avisa
Es hoy cuando Asos, la cotizada en Londres, ha lanzado las alarmas por un nuevo ‘profit warning’, es decir, que no van a ganar tanto como se esperaban. Alerta que ha teñido de rojo la cotización de todas las compañía aunque puede que Jerome Powell y nuestra querida Christine Lagarde con sus palabras y anuncios de este pasado miércoles hayan tenido algo que ver.
El caso es que la del otro lado del Canal de La Mancha nos ha sumido en la incertidumbre.
Y es precisamente esto, la incertidumbre, el no saber cómo se van a comportar los clientes en verano ante el repunte de la inflación que amenaza el crecimiento económico y que alerta sobre la posibilidad de una recesión.
Aquella de la que nada ni nadie nos podrá salvar, tal y como nos decía en el Especial FED de esta casa hace unas horas Alexis Ortega, director de Finagentes Gestión.
La compañía británica prevé ahora un beneficio antes de impuestos de entre 20 y 60 millones de libras (23 y 69 millones de euros), frente al anterior rango de entre 110 y 140 millones de libras (127 y 162 millones de euros).
Sin embargo, este no es el único reto que tienen las del retail. Porque además de que nosotros devolvemos mucho es que gran parte de los trabajadores de las tiendas trabajan por objetivos, pero pasan su día cobrando devoluciones pasadas. La resaca del fin de semana que hacen que los empleados no cobren lo que deberían.
Un sistema perverso socialmente, económicamente y medioambientalmente y que ahora ni las empresas ni el mercado están dispuestos a defender.