Crecen las crisis sanitarias para Johnson & Johnson. Primeros fueron los opiáceos y la semana pasada las cremas solares que tuvieron que retirar del mercado por contener benceno, un componente cancerígeno. Luchas que se suman al frente más controvertido para la farmacéutica: los polvos de talco. ¿Cómo quiere la empresa zafarse de las multas y demandas de los reguladores?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
La farmacéutica evalúa transferir todos los pasivos de su división de talco a una nueva sociedad que se declararía en bancarrota para evitar las multas
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Una larga serie de contenciosos quedan ya en el haber de esta empresa contra los reguladores y clientes en todo el mundo, pero sobre todo en Estados Unidos. El pasado 26 de junio el gigante farmacéutico acordó pagar 230 millones de dólares al Estado de Nueva York para resolver una demanda por su responsabilidad en la crisis sanitaria más grave de Estados Unidos desde la del VIH del siglo XX: la de los opiáceos.
Un pacto que supuso la suspensión en todo el país de la producción y venta de estos potentes analgésicos, derivados del opio tras el que se le obligó a pagar casi 600 millones de dólares. Bien en verdad que en este caso la crisis fue “menor” para Johnson & Johnson, pero supuso el punto de inflexión para la historia de la compañía en los tribunales.
Los polvos de talco
De esta se libró a golpe de chequera. Pero los frentes no se cerraron aquí. A principios de mes conocíamos una multa más, en este caso, de 2.000 millones de dólares por los casos de cáncer asociados a sus polvos de talco, de la marca Baby Powder.
Esta sentencia llegó después de meses de estudio de la apelación interpuesta por la farmacéutica en la que pedía no pagar la indemnización multimillonaria dictada por un jurado debido al uso de asbestos en sus productos de talco (incluido el talco para bebés), lo que causó cáncer de ovarios a más de 20 mujeres. Una relación entre el producto y el cáncer que vio la luz en 1971.
Ponían fon los tribunales con este veredicto a años de pleitos entre los demandantes y las farmacéuticas.
La batalla que ha enfrentado Johnson & Johnson ha sido monumental: más de 9.000 demandas por todo Estados Unidos. En su defensa, la firma ha utilizado siempre el argumento de que el talco era un producto seguro y libre de asbestos.
Entretanto, la agencia que supervisa la seguridad de los alimentos, la FDA, realizó en 2018 un estudio con muestra del producto en el que no detectó presencia de esta fibra cancerígena. A esta valoración se “agarraron” desde la empresa para valorar el caso como una “conspiración”.
En 2012, la empresa anunciaba que eliminaría los componentes potencialmente perjudiciales para la salud de sus artículos de cosmética y de higiene para adultos, aunque antes apuntaba que no existía tal “contaminación” de sus productos.
En mayo de 2020, Johnson & Johnson comunicaba que dejaba de vender su polvo de talco para bebés en Estados Unidos y Canadá, no así en el resto del mundo. El gigante de los productos de higiene y farmacia aseguraba que la decisión se basaba en “la reevaluación de la cartera de productos de consumo relacionada con la COVID-19”. La pandemia, parece ser, le vino bien.
De hecho, la agencia Reuters publicó a finales de 2018 que la compañía sabía desde hace 40 años que había pequeñas cantidades del cancerígeno asbesto en sus productos. La firma lo ha desmentido siempre.
Una "artimaña" tejana
Pues bien, hoy publica este mismo medio británico una “artimaña legal” que estaría preparando la empresa para “evitar” pagar las multas impuestas.
Y atentos, porque no es sencillo. La idea, según los abogados de la firma, pasa por transferir todos los pasivos de su firma de polvos de talco, Baby Powder, a una sociedad filial de nueva creación desde la que “pleitear” en este frente. El plan contempla entonces declarar en bancarrota esta nueva filial y así pagar unas multas “menores” a los demandantes alegando que “no tienen dinero para ello”.
Se alargarían de esta manera los conflictos en los tribunales entre apelaciones y reclamaciones, los demandantes, según la idea de la empresa, abandonarían la causa por los “altos costes procesales” y, a partir de ahí, ahorrarse unos cuantos miles de millones.
¿Puede hacer? Sí. Utilizando la ley de “fusión divisiva” del Estado de Texas que permite que una empresa se divida en, al menos, dos entidades.
Esta “artimaña legal” se conoce entre los expertos legales como la “bancarrota de dos pasos de Texas” y ha sido utilizada por otras firmas acusadas por casos similares.
La crema de sol
Tras el opio y el talco, la semana pasada conocíamos también que la misma firma se ha visto obligada a retirar del mercado hasta cinco protectores solares en aerosol de Neutrogena y Aveeno por la presencia de benceno, una sustancia que también es cancerígena.
Las pruebas internas identificaron niveles bajos de benceno en algunas muestras de los productos. Aun así, la compañía asegura que los consumidores deben dejar de usar los productos afectados.
La vacuna...
Y por si fuera poco, de telón de fondo está su vacuna contra la COVID-19… la desarrollada de manera conjunta con el laboratorio belga, Janssen. Un compuesto que se las prometía “felices” cuando llegó al mercado tras meses de desarrollo, ya que, a diferencia de sus “competidoras” de Pfizer y Moderna, era unidosis, tenía una eficacia similar al resto y su conservación será de lo más sencilla.
Pero según llegó a los pacientes en Estados Unidos tuvo que interrumpir temporalmente su administración por una “enfermedad inexplicable” de uno de los participantes en sus estudios en Estados Unidos.
Ahora ya se sabe que posible enfermedad causa el compuesto: el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno neurológico poco frecuente.
Aguanta en los mercados
Así las cosas, tras 135 años de historia a sus espaldas, se fundó Johnson & Johnson en 1886, la empresa vive unos de sus momentos más aciagos con varios frentes abiertos que, a pesar de todo, no “atacan” al valor en bolsa.
Johnson & Johnson sigue hacia sus máximos, ahora sobre los 168 dólares aunque, todo hay que decirlo, en la gráfica que hemos consultado de Refinitiv, la histórica del título deja entrever dos grandes huecos bajistas en 2016 y 2020 (cuando salieron a la luz las acusaciones de las que hemos estado hablando) que dejaron al valor en mínimos históricos a las puertas de los 100 dólares.
Ahora queda en el aire el futuro de una compañía que se juega la reputación y, más allá, su papel como protector de la salud humana.