El último sueño de la ingeniería china ha tardado nueve años en construirse y conecta desde hoy el centro financiero de Hong Kong con la parte occidental, relativamente menos desarrollada, del delta del río Perla en la provincia de Guangdong, así como con la antigua colonia portuguesa y el centro de juegos de azar de Macao.
El líder chino, Xi Jinping, ha inaugurado el que ya es uno de los puentes más largos del mundo dentro de su gira por el sur de China que algunos ven como una oportunidad para que Beijing reafirme su compromiso con la liberalización económica. Una gira que coincide con el 40º aniversario del inicio de las reformas económicas, cuando el país comenzó a adaptar su economía de planificación centralizada al modelo de mercado.
Con un coste que asciende a unos 20.000 millones de dólares, las autoridades defienden que el macropuente consolidará la posición de Hong Kong como centro regional industrial y comercial. Ha sido diseñado para durar 120 años y reduce a 30 minutos un recorrido que antes suponía al menos cuatro horas.
El objetivo de Pekín también es convertir el área del delta en una gran bahía, dinamizadora de la economía y el comercio en la región, siguiendo el ejemplo de las bahías de San Francisco o Tokio.
Esta última gran obra de la ingeniería también se ha visto como un nuevo esfuerzo por parte del gigante asiático de reforzar su control sobre Hong Kong, que pasó de manos británicas a chinas en 1997 a pesar de las promesas de autonomía y libertades individuales. La primera vez que se habló de este gran puente fue a finales de la década de los 80, pero en aquel momento el gobierno colonial de Hong Kong se opuso al desconfiar de que una infraestructura similar pudiera acercar demasiado la ciudad a la China comunista.
Otros críticos argumentan que el puente no es necesario, dados los enlaces de transporte existentes con China continental. Se ha llegado a calificar a la infraestructura como "elefante blanco" y "proyecto sangre y sudor", dado que durante la construcción 10 trabajadores murieron y más de 600 resultaron heridos.
También preocupa que los automóviles privados tendrán restringido el acceso al puente salvo que obtengan un permiso especial y el cruce se utilizará principalmente para vehículos de carga y autobuses privados en lugar de ser utilizado por el transporte público.
A esto se suman los recortes en las estimaciones sobre la cantidad de tráfico esperado para la infraestructura. En 2008 los cálculos ascendían a 33.100 vehículos y 171.800 pasajeros diariamente para 2030, según el diario South China Morning Post. El pronóstico se ha reducido a 29.100 coches y 126.000 pasajeros, lo que supone un 12% y un 26% menos respectivamente. El mismo periódico, informa de que ha habido acusaciones de costes inflados, problemas medioambientales, fraudes y retrasos.
Además, la apertura del puente se produce en un momento difícil para el país. China se enfrenta a la presión de la guerra comercial abierta con Estados Unidos, la volatilidad de los mercados, el incremento de su deuda pública y la desaceleración de la economía. Xi Jinping se prepara para iniciar su segundo mandato de cinco años mientras combina reformas que impulsen la liberalización del mercado con el férreo control estatal y sin dejar de impulsar inversiones millonarias en el exterior.