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En un viaje de bajo perfil y sin una agenda pública, el vicepresidente del grupo tecnológico Samsung, Lee Jae-yong, intenta esta semana en Japón buscar soluciones a la última escalada de tensión entre Tokio y Seúl que ataca a uno de sus negocios principales: los semiconductores.
Japón ha impuesto a Corea del Sur restricciones al envío de materiales y químicos esenciales para la fabricación de chips de teléfonos inteligentes, ordenadores o televisiones. Un veto comercial cuyas consecuencias pueden tener un impacto global y que paradójicamente llega después del G20 de Osaka, donde el gobierno de Shinzo Abe abanderó el libre comercio.
El líder de facto de la compañía surcoreana se reunirá con proveedores y empresarios. La idea es evitar que los cambios en la política de exportación pasen factura a la cadena de suministro y, por tanto, a la producción de una empresa que es líder en su sector y cuyas redes atraviesan todo el mundo.
El diario Nikkei revela que Samsung tiene provisiones para un mes en algunos de los materiales afectados por la decisión, lo que le obligaría a reducir o incluso detener su producción si faltan los suministros. Este gigante tecnológico es primer fabricante y proveedor mundial de chips de memoria y semiconductores, componentes de los que dependen a su vez otras empresas líderes, desde Lenovo hasta Apple.
La empresa ya ha advertido de que este sector no está tan boyante como antes y sus ganancias operativas para el segundo trimestre del año han caído un 56% respecto al año pasado. Espera que el mercado de chips se mantenga en la misma línea, pero la situación actual podría empeorar sus perspectivas e incluso lastrar su posición dominante en el mercado en favor de otros actores como Intel.
Pero además de Samsung, un elevado número de empresas surcoreanas dependen del país vecino para conseguir los componentes y fabricar sus diferentes productos, como SK Hynix, LG o Hyundai Motor.
La ministra de comercio de Corea del Sur, Yoo Myung-hee, augura que esta decisión “no solo perjudica la relación económica entre nuestros países, sino que también se espera que afecte gravemente el orden del comercio mundial y las empresas de terceros países”.
El movimiento japonés implica que los proveedores tendrán que pedir licencias especiales para exportar tres materiales básicos en la producción de semiconductores: la poliimida fluorada, utilizada para crear pantallas OLED; la resina fotosensible, que permite crear una capa fina y utilizarla para transferir el patrón de un circuito a un sustrato de semiconductores, y el fluoruro de hidrógeno gaseoso, necesario para fabricar los semiconductores.
El presidente surcoreano, Moon Jae-in, insta a Japón a retirar las restricciones y pide diálogo para solventar la actual crisis, pero al mismo tiempo amenaza con contramedidas si el Ejecutivo de Abe mantiene su postura. "El círculo vicioso de acciones y contramedidas no es deseable en absoluto para ambos países. Sin embargo, nuestro gobierno no puede descartar contramedidas si la acción japonesa perjudica a las empresas surcoreanas", ha declarado.
Por el momento, Seúl tratará de minimizar el impacto sobre las firmas nacionales “manteniendo una estrecha coordinación con la industria nacional y la comunidad internacional” y el presidente se reunirá el miércoles con los líderes de los grandes conglomerados del país. Además, Seúl planea llevar el caso ante la Organización Mundial del Comercio.
La única respuesta que llega de Japón, de la mano del embajador de Tokio ante Seúl, Yasumasa Nakamine, es que la decisión de restringir la venta de materiales de alta tecnología a Corea del Sur se debe a un “colapso” en la confianza mutua, eliminando el trato preferencial previo.
La probabilidad de que ambos gobiernos entren en un intercambio de medidas de represalia mutuas durante los próximos meses crece, al más puro estilo Estados Unidos-China, lo que agravará sin duda aún más las relaciones bilaterales.
Un conflicto de la Segunda Guerra Mundial
El movimiento japonés llega en respuesta a los fallos recientes de varios tribunales surcoreanos que obligaban a las empresas japonesas a compensar a los ciudadanos surcoreanos que fueron obligados a trabajar para ellos durante la Segunda Guerra Mundial.
La última de ellas corresponde al Tribunal Supremo de Seúl, que demandó a varias firmas japonesas como Nippon Steel a indemnizar a las víctimas surcoreanas por trabajo forzado.
Para Japón, que colonizó la península entre 1910 y 1945, es una cuestión solventada hace décadas. Sostiene que las compensaciones para las víctimas esclavizadas por compañías niponas quedaron resueltas con el tratado de normalización de sus relaciones en 1965.
Japón es el cuarto socio comercial de Corea del Sur y produce alrededor del 90% del suministro mundial de poliimida y el 70% del gas de grabado. Con los nuevos controles, la entrega de envíos podría retrasarse hasta 90 días, alterando toda la red de suministro de un sector fundamental para la economía. Los semiconductores representan el 20% de las exportaciones de Corea del Sur.
Esta medida perjudicará a los gigantes tecnológicos surcoreanos pero las empresas japonesas también podrían sufrir a largo plazo, ya que las coreanas se verían obligadas a replantear sus cadenas de suministro y reconsiderar su dependencia de las piezas niponas. Los productos japoneses son difíciles de sustituir pero podrían ser remplazados por componentes chinos o estadounidenses.
Pero las consecuencias podrían ir más allá de los dos países protagonistas. Por ejemplo, sobre las empresas tecnológicas del resto del mundo. Samsung y SK Hynix suministran conjuntamente el 70 % de los chips DRAM de todo el mundo y el 50 % de los chips de memoria flash NAND. Además, las restricciones podrían producir un incremento de los precios de las piezas y componentes.
Japón le ha dado a Corea del Sur donde más le duele, pero su decisión afectará al resto de fabricantes del mundo.