El problema de Turquía no es, para los analistas, un caso aislado dentro del mundo emergente sino algo más común a otros países en vías de desarrollo. Es cierto que hay causas políticas (tensiones entre el presidente Erdogan y la administración Trump) e implicaciones sobre Turquía de los temas de mayor presión arancelaria a determinados productos como el acero y el aluminio turco, en todo esta tormenta veraniega.
Pero lo que subyace aquí es que Turquía arrastra una serie de desequilibrios económicos importantes desde hace tiempo como un déficit por cuenta corriente o una inflación abultada.
Para José María Luna, director de análisis de Profim, "se trata de un país en el que las familias y las empresas han estado consumiendo, en parte, gracias a una financiación barata en USD". Pero ¿qué pasa si las condiciones favorables de financiación cambian?. Es decir, ¿qué sucede si el USD se aprecia, que la FED empieza a retirar dólares del sistema financiero y si los tipos de interés en USA repuntan? "Que los endeudados en USA (sean turcos o de otros países) verán que los costes de financiación les aumentan y eso resta crecimiento económico y más gastos", explica el experto.
¿Qué le queda a Turquía? Los analistas creen que lo más beneficioso es aplicar medidas ortodoxas para salir de este lío, es decir, ayuda del FMI, subir tipos de interés, etc...Es decir, evitar fuga de capitales (que los inversores huyan del país) y generar confianza dentro y fuera con sus socios
Esto no gusta a inversores "que siguen huyendo del país con parte de sus ahorros y esto no sólo afecta a las inversiones de los turcos o aquellos que prestaron dinero a los mismos (por ejemplo fondos de renta fija emergente) sino también a empresas europeas con intereses en este país como el caso del BBVA", asegura Luna, por lo que la pasión turca puede pasar a un desencuentro