Las malas noticias para Brasil continúan.

Su economía se traduce en un binomio al cuadrado: una profunda recesión económica (este año su economía se encogerá un 1,4% según su Gobierno), elevada a una alta inflación y una tasa de desempleo en el 7,5%.

Hoy se enfrenta a un nuevo revés: Standard&Poors ha rebajado la nota de riesgo de la estatal Petrobas y la de once bancos y otras empresas del país. Entre ellos, bancos públicos y privados como Itaú, Bradesco y la filial brasileña del Santander, todos ellos quedan en BB+ equivalente al bono basura y con perspectiva negativa.

Lo hace solo un día después de otro varapalo: retirarle el grado de inversión a la deuda soberana nacional. Es la primera agencia de riesgo que le quita a Brasil esta calificación con la que gozaba desde 2008. La caída del bono basura supone un reflejo de la presión que sufren los mercados emergentes, en un contexto global complicado y con el gigante asiático asiático ralentizándose.

Este es el problema para la investigadora asociada de Fride, Susanne Gratius, las economías sudamericanas se ha visto afectadas por el enfriamiento de China.



La pérdida de grado de inversión puede agravar los problemas de financiación de Brasil. También supone un revés para la presidenta Dilma Rousseff: su popularidad ha caído a un 8% en medio de la crisis económica.

Según Alfredo Arahuetes, decano de la Universidad Pontificia de Comillas, la debilidad política no permite despejar las dudas sobre el plan económico del país.



Una situación que ya está afectando a varias empresas españolas. España es el segundo inversor extranjero en Brasil, con un monto de 63.193 millones. Más del 20% de los ingresos de gigantes como Telefónica o el Santander se generan en el país de la samba.