Avanza el caso en EEUU por la injerencia en la elección del presidente de dicho país en 2016.
La acusación dice que las acciones iban dirigidas contra los candidatos en general, poniendo énfasis contra Clinton, respetando a Sanders y actuando en los dos sentidos tanto a favor como en contra de Trump.
El gran jurado abre el camino al proceso y apunta a una organización rusa que investiga en el entorno de internet y a algunas empresas próximas, por producir desde 2014, interferencias en la campaña electoral.
Tal y como reza el escrito de acusación, donde no aparecen ciudadanos americanos implicados, a los 13 nacionales rusos se les instruyó para que subieran contenidos en las redes sociales con el fin de que se criticase a los candidatos. Compraron espacios publicitarios, anuncios y agitaron las opiniones de los candidatos.
Todo ello como es lógico está prohibido y perseguido por la Ley Federal de la Campaña Electoral (Federal Election Campaign Act) americana.
Parece que, además, un ciudadano ruso próximo a Putin facilitó un millón de dólares para actuar contra la campaña de Clinton.
A estos cargos habría que sumar otros por fraudes bancarios y robos de identidad relacionados con la obtención de visados.
En conclusión, un episodio que en la fase actual parece más una escena de la guerra fría y que no debemos menospreciar de cara a cualquiera de las próximas convocatorias electorales en cualquier parte del globo. Se descarta, además, la calificación de fake news que ha hecho Trump del tema.