Un acuerdo bilateral fruto de las negociaciones iniciadas en 2013, que da paso a los matices finales a cargo de los abogados de ambas partes.
Parece que el modelo europeo se impone frente al proteccionismo. Nuestros estándares y valores se extienden en Asia y hay que interpretarlo como una gran ventaja para las inversiones de la Unión Europea en Japón así como apoyo a los exportadores.
El acuerdo en la práctica significa una apertura del mercado japonés al negocio financiero, de las telecomunicaciones y el comercio electrónico.
Se abre el suministro de los proveedores europeos a las principales ciudades por la vía de los concursos públicos a las ciudades.
Por sectores, nuestra agricultura y la industria derivada se beneficiarán de la protección de las denominaciones de origen, reduciéndose drásticamente los aranceles en el vino, lo mismo que con la exportación de la ganadería.
En general, supone un avance la aproximación de estándares que reduce los problemas regulatorios que tradicionalmente existían entre ambos bloques económicos.
Está pendiente todavía el modelo de resolución de conflictos en materia de conflictos financieros.
Durante el próximo 2018 los exportadores verán desaparecer, del lado europeo, cerca del billón de euros anuales en aranceles.