“Estamos preparados para el 5G”. Así de contundente se ha mostrado Dirk Wierzbitzki, miembro de la directiva de Swisscom. Y tan preparados, yaque Suiza a partir de ahora es mucho más que chocolate, relojes, el elegante tenis de Federer o la casa de Heidi.
El pequeño país centroeuropeo se ha convertido en el primer estado del Viejo Continente en engancharse a la ola del 5G. Mientras que en el resto de Europa se debate sobre la conveniencia de Huawei como alma mater de esta nueva tecnología, Suiza ha apostado por Ericsson y “a finales de 2019, el país contará con una cobertura total del 90%”, explica Wierzbtizki.
Esta nueva tecnología móvil esté ya disponible en 54 ciudades y comunidades en Suiza, incluyendo las principales áreas de población como Zúrich, Berna, Ginebra, Basilea, Lausana y Lucerna.
Inicialmente, la operadora suiza encenderá 100 estaciones base en 54 ciudades y comunidades del país, para después seguir desplegando su red en el resto de Suiza hasta finales de 2019, con el objetivo de concluir el año con una cobertura del 90% de la población.
“El 5G es el próximo reto”, añade Vicent Haung, presidente de Oppo para Europa. Conectada a la banda 3,5 GHz helvética y con el apoyo de Qualcomm, Oppo, la tecnológica china, ha desembarcado con su Oppo Reno 10x Zoom, que cuenta con un procesador Snapdragon 855 de Qualcomm y un módem X50 para poder navegar con las velocidades ofrecidas por el 5G.
Preocupación por la salud
A pesar del despliegue del 90% para finales de este año, los cantones suizos de Ginebra (GE),Vaud (VD) y de Neuchatel (NE) han anunciado que, por el momento, se bloqueará la instalación de antenas 5G en sus territorios.
Las autoridades del país han congelado la instalación de estas infraestructuras para proteger la salud de sus ciudadanos, una decisión que ha sido acogida con júbilo por parte de las persones con electrosensibilidad.
La decisión fue tomada tras la organización de una verdadera cruzada, de políticos y ciudadanos, contra el despliegue de emisoras de ondas de tipo 5G.
Por el momento no se trata sino de una suspensión que será seguida de un debate sobre la necesidad y las consecuencias sanitarias que podrían acarrear este tipo de tecnología