El aceite de freír croquetas que llevamos a las gasolineras se convierte en biocombustible después de quitarle los restos de comida. Cualquier aceite usado de cocina puede transformarse en combustible, y los desechos agrícolas también. Con ellos se producen biocombustibles de segunda generación (2G) que no compiten con la alimentación humana y se reciclan productos que habrían sido contaminantes. Pero además con los biocombustibles se descarbonizan sectores difíciles de abatir, como el transporte aéreo, el marítimo y parte del terrestre (difícilmente electrificables).
Matteo Vaglio, director de desarrollo de proyectos de Bioenergía de Cepsa, nos explica el proceso de elaboración de biocombustibles 2G tras el inicio de la construcción de la mayor planta de biocombustibles en el sur de Europa. La planta se ubica en Andalucía y supone la inversión de 1.200 millones de euros.
El aceite de freír croquetas se convierte en combustible. Conocemos el proceso de desarrollo de biocombustibles con Matteo Vaglio, director de desarrollo de proyectos de Bioenergía de Cepsa