¿Por qué el SMI tiene que ser universal e igual para todos? Es la pregunta que se plantea Marcel Jansen, investigador de Fedea. Muchos países diferencian el salario mínimo por edades. En España, una medida de este calibre permitiría "aumentar el SMI para adultos sin causar problemas en la empleabilidad de los jóvenes", indica el experto.
Y es que no es lo mismo cobrar 1.200 en la capital de España que en una ciudad de provincia. "En Madrid o Barcelona, un SMI de 1.200 euros puede ser lo necesario para llevar una vida digna, pero en el sur de España sería mul alto", asegura Jansen. Entonces, ¿por qué no diferenciarlo en función de las condiciones regionales o locales?
El SMI no reduce la desigualdad
El SMI reduce poco la desigualdad, responde Jansen a la cuestión. Y esto es así por varias razones. Una de ellas, que muchas de las personas que lo perciben no viven en hogares con rentas bajas, "pueden ser jóvenes que conviven con padres con trabajo o personas que viven con un cónyuge que gana un salario más que aceptable", explica.
Luego está el hecho de que muchas personas trabajan a tiempo parcial o pocos días al año. En 2018, señala Jansen, 6 millones de personas habían cotizado en algún momento del año pero no ganaron el SMI en términos anualizados.
"El problema fundamental de la pobreza en España no es el SMI, es la poca intensidad del trabajo", afirma el investigador de Fedea. Existe el caso de personas que ganan rentas bajas y trabajan ahora menos días que antes de la crisis. Al subir el SMI, la contratación de estas personas se vuelve más cara, de modo que acaban percibiendo lo mismo por menos trabajo porque los empresarios contratan para menos horas.
En otras palabras: "La subida sel SMI aumenta la renta para aquellas personas que mantienen su empleo, pero a nivel global las mejoras son mucho menores", concluye Jansen.