Y es que en el imaginario colectivo todavía existe la creencia de que todo directivo debe tener un perfil agresivo incluso de puertas adentro. "Y al que no lo es, lo llamamos blando o incompetente", señala Reina. De modo que automáticamente relacionamos a un jefe de estas características como a alguien que se pasa el día discutiendo con todo el mundo.
Pero para ser un buen jefe, "el componente de colaboración debe ser superior al de competición". Y, en realidad, no hablamos de competición, sino de ambición: por ambición entendemos un fuerte deseo de mejora, "no tiene nada que ver con pisar a los demás o con jugar sucio". Sólo desde la ambición es posible mejorar.
Según el experto, el profesional colaborativo ambicioso no renuncia a sus pretensiones pero tampoco quiere que la otra parte renuncie a las suyas, es alguien que busca trascender los conflictos internos.