Cuando comenzó el año la previsión de crecimiento de la Argentina de Mauricio Macri era del 1,4%. Hoy se estima que la tercera economía latinoamericana cerrará 2018 con una contracción del 2,4%, y eso que todavía queda mucho por decir. Lo mismo ha sucedido con la inflación, cuyas estimaciones de crecimiento se han disparado del 15% al 42% en apenas 8 meses.



¿Podrán las políticas de Mauricio Macri, hermanado con el FMI, frenar el descalabro? Las previsiones no son halagüeñas para un país que a sus desequilibrios internos añade las turbulencias emergentes y el impacto de los tipos de interés en Estados Unidos. La doctora en Economía, Mercedes D’Alessandro, augura que “incluso si se resuelve el efecto de la lira turca o del peso argentino, podemos esperar más turbulencias en los mercados financieros por los tipos de interés de la Reserva Federal”. Perturbaciones que ya están pasado factura a otros mercados, especialmente a México y a Brasil, segundo socio comercial de Argentina por detrás de China.

La fortaleza económica llevó a la FED estadounidense a subir los tipos de interés para evitar que una mayor actividad económica derivara en un aumento de la inflación. La subida del precio del dinero ha provocado un trasvase de los dólares y activos financieros hacia Estados Unidos desde los mercados emergentes, donde hasta ahora se obtenían mayores rentabilidades aunque hubiera más riesgo. “Hoy, con un tipo de interés fuerte en EEUU, con activos financieros más seguros y un rendimiento en dólares, los tipos funcionan como una aspiradora del dinero que estaba en emergentes y provoca el desplome de las divisas”, apunta D’Alessandro.

Con una devaluación de la divisa argentina que algunas casas cifran en el 98% anual frente al dólar, la economista se pregunta cómo podrá recuperarse la economía con la ya tradicional receta de la austeridad y los ajustes. “El impacto sobre la población es violentísimo… Caída de salarios, recesión, problemas de desempleo, precarización laboral, caída del consumo”, señala D’Alessandro.

En un contexto de inflación disparada, las familias pierden poder adquisitivo, a lo que se añaden las dificultades para acceder al crédito después de que el banco central del país elevara las tasas de interés. El aumento de los costes de financiación también pasará factura a las pequeñas y medianas empresas, “cuya actividad productiva depende en gran medida de ese acceso al crédito”.