Atrás ha quedado la Italia idílica que recorrían en bicicleta Audrey Hepburn y Gregory Peck. Porque esa dolce vita italiana del siglo pasado, caótica, desordenada, pero con encanto, se ha amargado con el paso de la crisis. Y ese caos, reflejado en su Gobierno, ya no resulta atractivo.
Italia es la tercera mayor economía de Europa. Su PIB es el de dos Españas: 2’1 billones de euros. Su tasa de paro, aunque estancada, es menor que la española: del 10% frente a nuestro 14’5%. Pero la deuda… ésa es otra historia.
Mientras que el ratio de deuda sobre PIB de España es del 100%, la italiana es del 131%, lo que significa que supera en un 30% su propio PIB hasta los 2,7 billones de euros. En otras palabras: es bastante más del doble que la deuda que acumula España.
La deuda es el gran problema del país y el quebradero de cabeza de la eurozona. Más si tenemos en cuenta que gran parte de la deuda italiana vence el año que viene. Hablamos de 288.000 millones de euros. El mayor grueso le vendrá en marzo, mes en el que deberá refinanciar 23.000 millones.
Y papá BCE ya no estará ahí para comprarle las papeletas a su hija, puesto que en diciembre de este año finaliza su programa de compra de deuda. Es decir, que el año que viene Italia querrá refinanciar 288.000 millones y súper Draghi ya no estará ahí al rescate para comprar parte de esa deuda.
Sin el paraguas del BCE, a Italia no le quedará más narices que mostrar su mejor cara para que otros países le compren deuda. Pero para eso necesita credibilidad. Y el Gobierno actual, antieuropeísta y de promesas populistas, genera de todo menos confianza. Sin esa confianza, el coste de Italia para emitir su deuda será mayor, y eso es algo que no puede afrontar. El diferencial entre la deuda italiana a 10 años y la alemana ronda ya los 300 puntos básicos, un nivel que no veíamos desde el año 2012, en plena crisis económica.
La subida de tipos de interés es otro contra para el coste de financiación de Italia. Si los tipos suben, también subirá el tipo del préstamo que deberá pagar Italia por emitir su deuda.
La deuda que acarrea Italia hará volar su déficit, lo advierte la Comisión Europea. Mientras que el gobierno italiano prevé con optimismo un déficit del 2’4% para 2019, la Comisión prevé un déficit del 2’9% para el año que viene y del 3’1% para 2020. Es decir, superaría el 3% e incumpliría las normas comunitarias.
A la receta le añadimos otro jarro de agua de la CE, que recortó las previsiones de crecimiento para Italia. Un crecimiento muy plano que sigue la tónica vista hasta ahora: basta con recordar que en el tercer trimestre de este año la economía italiana apenas ha aumentado un 0’8%.
Una deuda cada vez más insostenible, un crecimiento estancado, una prima de riesgo elevadísima y un Gobierno desordenado que genera desconfianza. Esos son los frentes que amenazan la dolce vita de Italia.