Primeras piedras en el camino para el nuevo régimen talibán. Tras unas jornadas de intensos contactos políticos para conformar gobierno, los planes talibanes empiezan a tambalearse. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha bloqueado formalmente los fondos comprometidos con el país centroasiático y si otras potencias siguen, finalmente, sus pasos, Afganistán podría precipitarse hacia el colapso monetario.
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El FMI no quiere dar ningún paso en falso. Hasta que la situación política no se aclare, Afganistán no podrá tener acceso a los activos de reserva y a otros recursos que iba a recibir la próxima semana. 455 455 millones de dólares (unos 390 millones de euros) en derechos especiales de giro, canjeables por efectivo, que sí ingresará en sus arcas pero no podrá controlarlos ni cambiarlos por ninguna divisa.
Se trata de una línea de crédito de emergencia que el fondo monetario iba a distribuir entre todos sus miembros para paliar los estragos que económicos derivados de la pandemia. Pero, según un comunicado del fondo, la falta de “claridad” en el reconocimiento internacional del régimen talibán dejará temporalmente sin activos a una economía que depende mayoritariamente de las ayudas extranjeras
Basta con reparar en un dato del Banco Mundial, de los 19.810 millones de dólares que sumó el Producto Interno Bruto afgano en 2020, el 42,9 % provenían del flujo de ayuda exterior.
Más integrantes en la política de bloqueo
Pero el FMI no ha sido el único ente en cortarle el grifo a los talibanes. Antes, el gobierno de Estados Unidos ordenó la paralización de activos por valor de 9.500 millones de dólares (más de 8.100 millones de euros). En Washington están vigilantes ante el ascenso talibán y las políticas que implanten sobre el terreno.
Los acuerdos de paz y el dilema de los derechos de las mujeres enfrían la postura norteamericana, que ha visto como el PIB afgano se quintuplicó desde su llegada a Oriente hace apenas décadas.
De la misma forma el Banco Mundial y la UE, que mantiene la asistencia humanitaria, miran con recelo la reconstrucción de un país que depende “mayoritariamente” de las ayudas extranjeras.
Los nuevos líderes talibanes prometieron mejorar la economía afgana, una tarea cada vez más cuesta arriba sin el acceso de la ayuda internacional y con las reservas monetarias retenidas en el extranjero.
Todo ello, sumado a una política caracterizada en la centralización del aparato productivo, podría constituir el caldo de cultivo perfecto para el aumento del déficit, la inflación, y el desempleo. Afganistán, uno de los países más pobres del globo, se juega caer en una crisis humanitaria sin parangón en su historia.
China, Turquía y Rusia, la esperanza de los talibanes...
Otras potencias rompen la norma. A los gigantes, China, Rusia y Turquía, no les disgustaron las últimas declaraciones de los talibanes y está dispuestos a negociar.
Desde Moscú la posición es más prudente, su respaldo dependerá de la conducta que tomen las nuevas autoridades y esta semana se han reunido ambas partes en Kabul. Por su parte, Turquía, miembro de la OTAN, quiere mantener su contingente militar en la capital para garantizar la seguridad del aeropuerto, como ya había pactado con EE UU.
En el imperio asiático, cruzan más líneas y ya ha ofrecido su apoyo y músculo financiero al nuevo régimen, con el que comparte 76 kilómetros de frontera. El diseño de la "nueva ruta de la seda" y el temor a que Afganistán se convierta en una vía de escape para los separatistas de la minoría musulmana uigur, facilitan el matrimonio de conveniencia.
Los nuevos aliados ilusionan a los talibanes pero ni si quiera China podría servir de flotador financiero. Solo con la segunda economía más grande del mundo no reemplazarían financieramente a los países occidentales.