Bitcoin se creó en 2008 y comenzó a circular en el 2009. Su nacimiento tiene un halo de misterio: no podía ser menos si hablamos de una moneda que tradicionalmente se ha relacionado con los piratas. Apareció en un documento de 9 páginas publicado en Internet por un tal Satoshi Nakamoto, un pseudónimo tras el cual a día de hoy se desconoce si se ocultaba una persona o todo un grupo. En ese documento se describe también por primera vez el blockchain, la tecnología que sustenta al bitcoin.
El bitcoin nació con muchas ambiciones: la intención era lanzar una divisa para hacer compras a través de Internet, un medio de pago que permitiese hacer transferencias rápidas, a bajo coste y sin el control y la manipulación de gobiernos, bancos centrales o entidades financieras. Pero se ha encontrado con la resistencia de los bancos centrales y las entidades financieras, hasta tal punto que Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, dijo en su día que el bitcoin se trataba de un fraude. Aludía a la falta de control de los gobiernos sobre la criptomoneda.
Los gobiernos lo van a aplastar algún día. A los gobiernos les gusta saber dónde está el dinero, quién lo tiene y qué está haciendo con él. No sé si os habéis dado cuenta. A los gobiernos les gusta controlar su moneda, su propia economía.
Tiempo después JP Morgan comenzó a gestionar operaciones con bitcoin y Dimon entonó el mea culpa:
Me arrepiento de haberlo dicho. El blockchain es real. Puedes tener criptodólares en yenes y cosas así. Las ofertas iniciales de monedas hay que analizarlas individualmente. El bitcoin para mí siempre será lo que los gobiernos sientan sobre él, porque está creciendo y tengo una opinión distinta a la de otras personas. No estoy para nada interesado.
Aunque el creador del bitcoin Satoshi Nakamoto realizó varias transacciones con bitcoins, la primera transacción conocida en el mundo real tuvo lugar en mayo de 2010. Un programador de Florida publicó en un foro que ofrecía bitcoins a cambio de pizza. Un internauta accedió y recibió 10.000 bitcoins a cambio de dos pizzas. En aquel momento, la transacción equivalía a 42 dólares. En estos instantes, esa misma operación equivaldría a más de 63 millones de dólares. Si apiláramos las cajas de pizza que podemos comprar ahora con ese dinero, llegarían al espacio exterior.
Desde los 0,00076 dólares que valía un bitcoin en 2008 hasta el pico de 19.666 dólares que alcanzó en diciembre de 2017, ha habido todo un recorrido. En noviembre de 2013, el bitcoin superó los 1.000 dólares por primera vez en su historia. A los pocos días, cayó por debajo de ese nivel y tardó tres años en recuperarlo.
La volatilidad de la criptodivisa la ha convertido en el instrumento perfecto para especular. En 2017, el bitcoin tuvo una rentabilidad del 2.000% y ha caído casi un 70% desde su máximo de diciembre. Sin embargo, esa falta de estabilidad en la moneda la ha alejado de su objetivo inicial: que era el de utilizarse como divisa para comprar únicamente online.
Desde que se convirtió en el foco de atención de los medios, los reguladores de mercado insisten en la necesidad de regular los intercambios de criptomonedas. El bitcoin se asocia a la ciberdelincuencia: se utiliza en muchas ocasiones para fines ilegales porque no se puede rastrear.
El mayor robo de la historia con bitcoins fue en febrero de 2014: Mt. Gox, que en aquel momento era la mayor plataforma de intercambio de bitcoins del mundo, se declaró en bancarrota después de que unos piratas informáticos le robasen 850 bitcoins, con un valor en aquel momento de 500 millones de dólares. Un robo que puso en relieve los fallos de seguridad y los riesgos que enfrentan los inversores en un sector no regulado.
La regulación y la fiscalidad son todavía los grandes retos respecto al bitcoin diez años después de su creación.