La movilidad y el transporte son uno de los diez factores imprescindibles que se evalúan para poder considerar a una ciudad una smart city. Sin embargo, el debate sobre cómo conseguir una movilidad adecuada para una ciudad inteligente es mucho más amplio y el camino tiene muchos recovecos.
¿Es buena idea discriminar positivamente unos tipos de movilidad o energías sobre otros? ¿Cómo solucionamos el problema de la falta de infraestructuras de recarga para los nuevos tipos de vehículos? ¿Están los ciudadanos bien informados de todas las alternativas? ¿Cuál debe ser el papel de las administraciones y de las empresas en todo ello?
Son algunas de las dudas a las que responden los expertos que acompañan a Capital Radio en el programa especial sobre Smart Cities.
“No creo en la neutralidad tecnológica, una tecnología no es buena o mala, sino que depende de cómo se use, para qué se use y cómo afecta al entorno y al tiempo”, apunta Sebastián de la Rica, presidente de ITS España.
Para el director de movilidad sostenible de Seat, Antonio Calvo, sí es importante esa neutralidad tecnológica en el sentido de que dar diferentes respuestas a diferentes necesidades de uso: “Las tecnologías obsoletas y las que no tienen cabida mueren por su propia ley pero en el momento en el que la discriminación positiva ayuda a derribar barreras la intervención de la administración puede ayudar en el origen para velar porque el abanico de opciones sea lo más amplio posible”.
“Coincido en que lo que no debe haber es un intervencionismo político extremo en favor de ninguna tecnología y cualquier acción debe ir en en pro del medioambiente y contar con todos, pero también es cierto que algunas medidas funcionan mejor para una Smart city”, explica José Antonio Sánchez Loureda, responsable de proyectos de movilidad de la Zona Centro Norte de Naturgy. En este sentido aboga por el gas natural como vía clara para avanzar hacia la movilidad sostenible y la descarbonización.
Manuel Orejas, director de márketing y desarrollo de negocio de Arval, va más allá y pide unas políticas marcadas por un “asesoramiento real y un conocimiento global” que permita aplicar medidas que no busquen la rapidez sino la precisión a medio y largo plazo. Y pone de ejemplo lo sucedido con los vehículos eléctricos, donde la apuesta estatal choca con la falta de demanda en el canal de particulares, quienes apuestan más por modelos de coche híbridos.
En cualquier caso todos coinciden en que cualquier medida o política aplicada requerirá de la colaboración público-privada, de una visión 360 con el conjunto de medidas aplicables a las ciudades y, especialmente, de entender la movilidad como un servicio que ponga “al ciudadano en el centro”.