Gobierno y sindicatos franceses mantienen su pulso por la polémica reforma laboral aprobada por la vía rápida por el ejecutivo de François Hollande. Un cambio normativo que ha provocado una fuerte división en la sociedad gala provocada por dos hombres con acento español.

Martínez y Valls son los protagonistas de los movimientos, que están paralizando el país vecino a menos de 10 días del inicio de la Eurocopa y que asusta al gobierno de Valls. Las raíces de ambos se sitúan al sur de los Pirineos y poco más de 542 kilómetros que separan Santander de Barcelona. En 1962, Manuel Valls nacía con la Sagrada Familia como testigo. El primer ministro francés se reconoce como “hijo de español” tras haber nacido en unas vacaciones de verano, después de que sus padres emigraran a Francia durante la dictadura de Franco.

Un año antes, en 1961, al oeste de París nacía Philippe Martínez, secretario general de CGT. Hijo, en este caso, de española, puesto que su madre y familia materna echaron raíces a orillas del cantábrico en Reinosa.

Como padres de Manuel Valls, la familia de Martínez, sindicalistas españoles, tuvieron que abandonar la Península Ibérica tras la Guerra Civil hasta asentarse en la barriada española más famosa de Saint Dennis, La Petite Espagne.

Las raíces ibéricas les une en otra de las pasiones del mundo: el fútbol. Las franjas azulgranas son la otra pasión de ambos. Philippe Martínez es fan declarado del número 8 del Fútbol Club Barcelona, Andrés Iniesta, y a Manuel Valls se le ha visto en más de una ocasión en el palco presidencial del Camp Nou.

Sin embargo, la política es el camino que más les separa, aunque ambos esta travesía la comenzaron en plena juventud. El más precoz fue el barcelonés Valls, que con tan solo 17 años se afilió al Partido Socialista.

Cuatro años más tarde, Martínez continuaba la tradición familiar y pasó a engrosar las filas del Partido Comunista francés donde ha permanecido 16 años. “La política del Partido Socialistas no parece propia de un partido de izquierdas”, aseguraba el sindicalista en una entrevista a El País tras ser recién elegido secretario general de CGT.

Las 35 horas semanales francesas, los costes del despido y la desaparición de los convenios a nivel empresa son los principales escollos que enfrentan al sindicato de Martínez y al ejecutivo francés.

Por el momento, ni en francés ni en español se ponen de acuerdo y mantienen paralizada Francia. La gran protesta se reserva para el 14 de junio, un día después de la llegada del texto al Senado, donde será examinado hasta el 24 y se votará el 28 de ese mes, antes de volver a la Asamblea en caso de que se introduzcan allí cambios.