Por Samanta Chocrón Bertella


Cuando comencé en el mundo del running, no como periodista sino como corredora popular, jamás imaginé que algún día me plantearía correr más de 10 kilómetros. Hoy, después de casi 5 años de haberme calzado un par de zapatillas por primera vez, debo admitir que me equivoqué; y me siento orgullosa por ese error. Por pensar que yo no podía hacer más que un 10.000.

El 13 de Noviembre no se borrará de mi memoria porque fue el día que el pueblo vasco me robó mi corazón. La 52 edición de la Behobia- San Sebastián fue la carrera elegida para cumplir mi sueño solidario, correr una media distancia para ayudar a otros.

La Fundación Síndrome de Dravet y la Fundación Aspanogi han sido la causa por la que acepté este reto no sólo solidario sino también personal; el reto de correr 20 kilómetros por los niños que sufren enfermedades como el Síndrome de Dravet y cáncer.

En una mañana pasada por agua, lo habitual en el norte del país en esta época del año, más de 30.000 corredores, 23% de mujeres, esperábamos ansiosos nuestro horario para comenzar. Tenía el dorsal color naranja, con salida a las 11AM. Tras una “breve” espera junto a Responsables de las dos Fundaciones por las que iba a correr y varios corredores morados (así se los conoce a los runners del Reto Dravet), llegó la hora de colocarnos tras la pancarta que anunciaba nuestro horario de comienzo de la carrera.

Caminamos durante varios metros como si estuviéramos en una manifestación, nos colocamos en el punto de salida y allí, los últimos 10 minutos fueron la espera del rigor, la espera de los nervios, la espera de las dudas, la espera de “lo voy a conseguir”. Cuenta atrás del speaker y pistoletazo de salida.

En carrera

Una vez cruzado el arco de salida, a tan sólo metros de empezar a disfrutar de los 20 kilómetros que teníamos por delante, me asombré del público… Estaban animando como si estuviéramos llegando a la línea de meta.  Así fue como durante todo el trayecto, hasta en los puntos más duros de la carrera, el pueblo vasco conquistó mi corazón.

A ritmo de ¡Áupa Samanta! y chocando las manos de los más pequeños fue como logré realizar la carrera con una sonrisa de oreja a oreja. Mujeres, hombres, niños, abuelos, perros, todos en la calle, desde los balcones de sus casas, desde los coches, unidos por una misma causa… Animar a quienes estábamos corriendo.

No hubo pueblo, carretera, puente, calles que no hubiera público aplaudiendo. La pasión con la que la sociedad de Gipuzkoa vive este evento deportivo podría compararse perfectamente con la pasión que ponemos los corredores en hacer una carrera.

No puedo olvidarme de mencionar a los voluntarios, sin ellos no sería posible la organización de carreras. Y en la Behobia-San Sebastián hubo algo especial, porque familias enteras estaban volcados en los corredores no sólo para darnos nuestro avituallamiento, medalla, guiarnos en el guardarropa, etc; sino también estuvieron ahí para animarnos… Recuerdo perfectamente la cara de cada uno de quienes me dieron en mano el avituallamiento y me animaban con un ¡Áupa Samanta!

Imagen: Cano Fotosports www.canofotosports.com Imagen: Cano Fotosports www.canofotosports.com

Emoción en la meta

La entrada a San Sebastián no tiene explicación, sólo quienes hayan corrido alguna vez esta carrera podrán entender de lo que estoy hablando. Sonrisas de alegría, y a la vez lágrimas de emoción,  fueron los sentimientos que me desbordaron a metros de cumplir mi sueño.  El domingo pude superar un desafío personal, descubrí que no hay barreras, ni límites (ni tiempos) si nos proponemos hacer algo en la vida.

En la Behobia-San Sebastián volví a dar mi granito de arena a favor de dos Fundaciones en un reto que aún continúa, en la que todos pueden seguir colaborando por esos niños que sufren Síndrome de Dravet (una epilepsia que se inicia durante el primer año de vida y conlleva a un deterioro neurológico, una enfermedad que se está buscando cura a través de la investigación);  y por  los niños afectados de cáncer.

Aún puedes colaborar

¿Os animáis a sumaros comprando kilómetros? Podéis colaborar donando a partir de 5 euros entrando aquí.

Quiero terminar este artículo agradeciendo a la Organización por la magnitud de esta carrera; a los voluntarios; al pueblo de Gipuzkoa; al público en general. Gracias a la Fundación Síndrome de Dravet, en especial a Felix Lucas y su familia; y la Fundación Aspanogi por haberme ayudado a cumplir el sueño de correr por y para una causa solidaria.

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Visita el blog de Samanta Chocrón: Una periodista en zapatillas 

Fotos: Archivo Samanta Chocron y Cano Fotosports