Teresa Gudín.- Según datos recogidos por la Comisión Europea, entre enero y octubre del pasado año ardieron más de 500.000 hectáreas dejando 109 muertos en Portugal, lo que supuso un nuevo récord para un único estado miembro de la Unión Europea.

Sin embargo, nos preguntamos: ¿qué tiene de especial toda esta área que va desde el norte de Portugal hasta Galicia, Castilla y León, Asturias, Zamora y Cantabria… para que se queme con tanta facilidad?

Según el profesor de la Universidad de Vigo y experto en cultivo y gestión de bosques y montes forestales, Juan Picos Martín, vemos que en toda la esquina noroeste ibérica hay una concentración muy por encima de la media en incendios. Si borramos las líneas fronterizas de ambos países, afirma, que esta zona es el lugar de Europa donde hay un mayor crecimiento de masa vegetal en el monte y además, sequía estival, siendo el único sitio donde se dan estas dos particularidades.

Es un hecho, que los incendios tanto en Portugal como en España se dan desde tiempos inmemoriales, sin embargo, en la actualidad debido al éxodo rural y por consiguiente al envejecimiento de las aldeas se ha producido un incremento sustancial del abandono de los montes generando excesiva masa forestal alrededor que queda sin desbrozar y sin limpiar. Además, hoy en día y sobre todo en Portugal no se sabe a quién pertenece los montes, sólo el 3% del territorio lo mantiene el estado, quedando el resto en terrenos baldíos sin gestión o en manos de propietarios que debido a los más de 50 permisos que tienen que pedir para limpiar la zona la terminan abandonando ya que no pueden vivir de ella, convirtiéndose en zonas rurales donde el crecimiento exponencial de la masa forestal y el envejecimiento de árboles como el pino o el eucalipto se convierten en el perfecto caldo de cultivo de incendios cuando llegan las altas temperaturas.
Según datos de la FAO el 95% de los incendios forestales los provocan diversas actividades humanas.

Tienen tres orígenes principales: los pirómanos, descuidos o negligencias e intereses económicos o personales.

Voluntarios para luchar contra los incendios

En Portugal, la prevención y lucha contra los incendios se vuelve aún más complicada debido a que el cuerpo nacional de bomberos profesionales no llega a lugares del interior del país y zonas montañosas. De hecho, los 35.000 bomberos voluntarios superan a los 27.000 trabajadores que forman al cuerpo profesional en Portugal.

Los bomberos voluntarios, en sus comienzos, eran cuadrillas de vecinos que se organizaban en algunos municipios para aplacar el descontrol de las llamas, sobre todo en el norte del país, la zona más azotada por el fuego. Siendo una cuestión de necesidad, tuvieron que actuar como una organización de la sociedad civil donde el Estado no llegaba.

Algunas de estas asociaciones de voluntarios cuentan con más de 200 años de historia y en ellas ser miembro del cuerpo se ha convertido tanto en una tradición como en un motivo de orgullo entre los portugueses. Al ser voluntarios, dependen de donativos, por lo que es muy común verles a la salida de los supermercados pidiendo contribuciones, además, tienen carencias de material y repiten turnos de servicio hasta la extenuación en las épocas más difíciles.

Cuando se da por concluída la temporada de incendios comienzan las labores de reforestación, sabiendo que el aspecto esencial de un bosque se puede recuperar en aproximadamente unos 65 años, pero para que adquiera su verdadera identidad hacen falta hasta 4.000 años

El uso del arrendajo

Una de las últimas medidas que se está empleando en Portugal para reforestar de forma natural bosques y montes completamente calcinados, es el arrendajo, también conocido como urraca azul.
Es un pájaro común en los bosques de la península ibérica y el perfecto aliado para recuperar estas zonas.

El arrendajo, se caracteriza por comer ciertos frutos como las bellotas o las castañas, que curiosamente van guardando bajo tierra para tener alimento a lo largo de todo el año pudiendo esconder entre 3.000 y 5.000 bellotas que, a fin de cuentas, pueden ser potenciales alcornoques, encinas o robles.

Los pájaros olvidan muchas de esas bellotas escondidas, y acaban germinando. Además, el arrendajo, es capaz de transportar esos frutos a distancias de más de cien kilómetros, por eso, es una de las mejores opciones para la propagación natural de este tipo de simientes.

Los expertos consideran que la repoblación de los bosques lusos con robles y alcornoques es la mejor opción, frente al pino negro y el eucalipto, especies que no favorecen a la biodiversidad y son aliados de los incendios.

El riesgo de incendios sigue siendo alto

Este 2018, aunque las abundantes lluvias han dado una tregua, se espera el mismo riesgo de incendios de años atrás, sin embargo, parece que el país luso cuenta este año con un dispositivo permanente de 291 técnicos y expertos preparados para intervenir en escenarios de emergencia o catástrofes como los incendios.

El protocolo contempla instrumentos de planificación, organización y coordinación en el cuadro de las acciones de apoyo social a las víctimas y poblaciones afectadas por los incendios. Además se ha declarado la cooperación entre España y Portugal para la prevención y lucha contra estos.

Aunque España y Portugal se encuentren entre los países que más incendios sufren del mundo, EE.UU ha sido portada en los medios estos últimos años con terribles fuegos que han arrasado California. Además, países del norte de Europa están empezando a sufrir incendios simultáneos debido a las olas de calor y a la sequía consecuencia del cambio climático. Buena parte de la “tierra verde y placentera” de Inglaterra, así como la de Irlanda, Escocia y Gales, se está volviendo café y quebradiza. Semanas de un calor poco común (para los estándares de las islas británicas), más un mes de un clima inusualmente seco y pronósticos de que esas condiciones continuarán están propiciando el perfecto escenario para la aparición de fuegos.

Está claro que las soluciones para resolver la cuestión de los incendios forestales no son simples, sin embargo, en el caso de Portugal se necesita mucha más voluntad política, regulación y más inversión contra la prevención y lucha de este gran problema.

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