Tres conductas protagonizan el relato jurídico del Presidente Trump: Saltarse las reglas de financiación durante la campaña presidencial, hacer declaraciones falsas, y el caso ruso. Como se pueden imaginar, las tres pudieran tener consecuencias no ya a nivel personal sino desencadenar una crisis a nivel constitucional en su país.

Pero a fecha de hoy la novedad consiste en la aportación que Rudolph Giugliani, como abogado, ha hecho a su defensa revelando unos ingresos que el Presidente hizo a uno de sus anteriores abogados para afrontar el pago a una denunciante.

En medios jurídicos se dice que ha hecho un flaco favor a su cliente pero algunos pensamos que no es sino fruto de poner un nuevo abogado en el equipo de defensa, algo no es una buena idea las más de las veces.

Falta de liderazgo, mala coordinación y examen de la conducta de los abogados salientes por los entrantes son signos que caracterizan defensas que pueden ser erráticas e incluso desastrosas.

Ahora se está negociando las condiciones en que podría declarar en el caso que dirige el fiscal especial Mueller, quizás el más grave.

Y aquí es donde ha aparecido Giulliani también. Parece que el tono de la defensa quiere ser más agresivo, pero alternar estrategias como quien cambia de entrenador en un equipo de fútbol no tiene por qué funcionar.

Por cierto, que si vemos a Trump declarar no será nada nuevo porque ya contamos con los precedentes de Nixon en 1974 y Clinton en 1997.

El final de la historia está por escribir. Puede ocurrir de todo. Mientras tanto, todas las miradas puestas en si se le cita a declarar y si se acoge a su derecho a no hacerlo conforme a la quinta enmienda.