Lo que eran en su día cumbres rituales y exhibiciones de fuerza y compromiso, hoy es un enfrentamiento con el único objetivo de evitar daños a largo plazo. En la era de Donald Trump, la OTAN busca el equilibrio entre las pretensiones del presidente de Estados Unidos, la búsqueda de fuerza de los aliados europeos y las amenazas rusa y china.



Trump llega esta tarde a Bruselas después de pasarse meses presionando a los países europeos para que aumenten su presupuesto militar y sus aportaciones a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Además de pasar por Londres y otras capitales, el plato fuerte de su gira europea se servirá en Helsinki, cuando Finlandia se convierta en anfitrión del encuentro entre Trump y Vladimir Putin.

La imprevisibilidad marca Trump hace esperar que surjan nuevas fricciones en este encuentro en el que las dudas se extienden hasta el futuro de las tropas estadounidenses en territorio europeo y en detrimento de la estrategia de seguridad común.

“La postura de los países europeos es que aumentar el gasto al 2% del PIB o incluso más no es la panacea. Países como España o Alemania ya se han negado”, explica Vicente Palacio, director del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas. “Lo que está en juego es el dominio industrial norteamericano en armamento y defensa. El lobby estadounidense espera que esa subida hacia el 2% les beneficie”, añade.

La tensión vendrá también de la mano de la guerra comercial, con unos socios europeos que todavía “no entienden muy bien la estrategia detrás de los movimientos de Trump”.