"Los exguerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) están siendo contratados de forma masiva por las empresas militares y de seguridad privada". La advertencia la lanza Felipe Daza, codirector del Instituto Internacional para la Acción Noviolenta (NOVACT) en Entre Líneas.

El futuro de los antiguos componentes de la guerrilla es precisamente uno de los temas candentes del debate político y social en Colombia, recuperado en plena campaña electoral y enfrentando a quienes optan por la opción de dejarles concurrir a las elecciones como así ha sido y quienes abogan por endurecer los términos del acuerdo de paz y piden que paguen "por sus crímenes de guerra", como el candidato ganador de la primera vuelta, Iván Duque.



La privatización de la defensa y la seguridad en zonas de conflicto es una tendencia al alza y según cálculos de Naciones Unidas el sector mueve ya más de 244.000 millones de dólares al año. Estas empresas suelen contratar a personas con experiencia previa, que encuentran en ellas sueldos mucho más elevados o un lugar donde continuar su carrera una vez que han salido de los ejércitos regulares.

El director de El Orden Mundial, Fernando Arancón, explica que es difícil saber quién está detrás de estas empresas: "Su opacidad no es alta pero sí tienen recelos a abrirse, aunque sabemos terminan siendo un caladero de exmilitares, sobre todo en Estados Unidos". El país norteamericano es su principal y gran cliente. Esto les genera una fuerte dependencia de su presupuesto en defensa y a la vez les permite canalizar su actividad como grupo de presión "para fomentar el gasto en defensa y determinadas posiciones intervencionistas en determinados países".
Las dinámicas de la Guerra Fría abrieron la puerta a la privatización de la defensa y la seguridad y la guerra de Iraq terminó de consolidar esta tendencia

Las empresas militares y de seguridad privada no solo son proveedoras de efectivos en el terreno y material militar y tecnológico, también hacen labores de análisis, seguridad, escolta y organización en los lugares donde operan.

Si bien los Estados son sus principales clientes al ver en ellas una opción más barata y eficiente, también las contratan mafias y facciones de grupos terroristas, como ha sucedido en la guerra de Siria donde hay múltiples grupos enfrentados. Pero no solo eso, también hacen uso de sus servicios compañías que necesitan asegurar sus infraestructuras, por ejemplo, petroleras o constructoras con proyectos de gran envergadura.

La subcontratación de todas estas funciones deriva finalmente en cierta pérdida de soberanía de los Estados y, sobre todo, en la externalización y privatización de la política exterior y la inteligencia de los gobiernos.

"Solo en Iraq entre 2003 y 2007 había más de 200.000 contratistas de estas empresas", explica Daza. El problema es que casi nunca responden a los acuerdos internacionales, lo que deriva en situaciones de vulneración de derechos fundamentales como sucedió en ese caso. Daza señala que "el principal reto es la falta de escrutinio público".

Oportunidades y esperanza, también en zonas de guerra


Las zonas de guerra han pasado a ser un escenario más donde generar ingresos y negocio. La actividad de las empresas privadas puede tener efectos negativos y positivos sobre las comunidades y regiones donde operan y también pueden crear oportunidades para quienes sufren las consecuencias de los conflictos. Así lo entiende Letizia Buzón, responsable de la primera compañía española en la frontera turco-siria, que fabrica el histórico jabón de Alepo a 50 kilómetros de la ciudad. Su plantilla está formada al 100% por personas refugiadas y son quienes se encargan de todo el proceso de fabricación, empaquetado, diseño e imprenta.

La primera pastilla de jabón de la historia La primera pastilla de jabón de la historia

"Turquía tiene 6 millones de refugiados, 4 millones son sirios y 1,5 millones viven en la frontera. La única vía es que vivan gracias a su propio trabajo, a sus conocimientos y sus ingresos", apunta la responsable de la marca. Tras ocho años de guerra y centenares de miles de muertos y desplazados después, el objetivo de esta empresa es ayudar al desarrollo, reinserción y futuro de quienes ya han pasado a ser "generaciones de Turquía".

La firma de cosmética ha conseguido incluso exportar el jabón desde la propia Alepo, gracias a los maestros jaboneros refugiados en Turquía que han conseguido volver a operar en sus fábricas. "El mayor conflicto que tenemos es ahora, porque estamos exportando jabón de Alepo y nadie quiere sacarlo, así que lo hacemos por puerto franco a través de Latakia y Turquía para exportarlo a Europa" explica Buzón.