El mundo mira a la primera potencia latinoamericana. Se habla de votación decisiva sobre lo que sucederá este domingo en Brasil, unas elecciones que marcarán un antes y un después en un país cuyo devenir marca la historia de América Latina. Los mensajes de incertidumbre se extienden más allá de las fronteras brasileñas si las encuestas aciertan y la victoria en la carrera por la presidencia es para el ultraderechista Jair Bolsonaro. Algunos le llaman el candidato del mercado, otros advierten de un retroceso democrático si cumple sus promesas.



“Si Bolsonaro gana va a ser un gobierno en el que las minorías no vamos a tener lugar. Vamos a perder derechos y retroceder en un montón de batallas ya ganadas. Como mujer y como migrante siento que mis derechos corren peligro. Los derechos de los gays o de los negros también están siendo atacados”, relata Agustina, argentina residente en São Paulo.

La polémica persigue a Bolsonaro. En su historial acumula declaraciones en las que defiende la dictadura militar que vivió el país entre 1964 y 1985 o armar al pueblo como medida clave para solucionar la inseguridad del país.

El candidato defiende no pagar iguales salarios a hombres y mujeres, porque “si ponen mujeres porque sí, van a tener que contratar negros también”. Pero sus ataques en este sentido van más allá y ya es famosa su contestación a la diputada de izquierda Maria do Rosario: “No te violaría, porque no te lo mereces”. También son habituales sus comentarios contra el colectivo LGTBI. En una entrevista en 2010, Bolsonaro aseguró que “al hijo que empieza a verse así, un poco gay, hay que darle una buena tunda para cambiar su comportamiento”.

Comentarios que enardecen el ambiente de tensión, crispación y violencia ya de por si habitual en las calles de Brasil. Amnistía Internacional ha denunciado el aumento de las agresiones por motivación ideológica, especialmente desde la primera vuelta de los comicios que dieron la ventaja a Bolsonaro. Agresiones “solo por llevar alguna ropa roja o algo que se identifique con la izquierda”, cuenta Carla, de Brasilia, a Entre Líneas. Según el registro de la Agencia Pública de Brasil, tan solo en los primeros diez días de octubre fueron contabilizadas 70 agresiones por motivaciones políticas.

Fuente: Datafolha Fuente: Datafolha

Del otro lado, al que se ha llamado el heredero del expresidente encarcelado Lula da Silva. El socialista Fernando Haddad cuenta con un 41% de intención de voto frente al 59% de Bolsonaro, según el instituto de estadísticas Datafolha. Sobre su candidatura pesa, y mucho, la corrupción que arrastra el Partido de los Trabajadores a la sombra del gigante Petrobras. Un sentimiento de hastío que es quizá la clave fundamental para entender estas elecciones.

Gustavo Segré, socio de Center Group y profesor de la Universidad Paulista, explica que no es un apoyo a Bolsonaro sino una oposición a la alternativa. “La respuesta que dan esos sectores electorales es que es más fácil atenuar la opinión de un machista, racista y homofóbico, que pedirle a un corrupto que robe menos”, apunta. Esa oposición a la corrupción, sumada a su promesa de “mano dura” y cero tolerancia a la inseguridad y la violencia en la calle “es lo que prioriza en estos comicios la ciudadanía brasileña por encima de todo lo demás”.