Los tiempos cambian pero las hazañas de los protagonistas se repiten. Cosas de la historia.

Si en España tenemos a nuestro Cid, quien libraba batallas después de muerto, en California tienen a Steve Jobs.

El caso es que mañana empieza en California un juicio más donde el caballero de APPLE va a ser crucial para dilucidar si se vulneró la legislación antitrust, que se perfila como el tercer mayor pleito tras su muerte. Aproximadamente 350 millones de dólares están esparcidos en el campo de batalla.

Los abogados del gobierno anuncian que van a aprovechar los correos electrónicos de este testigo de excepción para demostrar la manipulación de precios y los pactos lanzados para asegurar el éxito de su iPod. También contarán con su testimonio en la biografía que autorizó donde dice que quienes tenían que poner los precios eran las editoriales y no los vendedores. El jurado decidirá.

Y es que muchos se extrañarán cuando comprueben su comportamiento. Pero así son las cosas: El juicio que le hace la sociedad es muy favorable, pero el juicio, o mejor dicho, los múltiples juicios de los tribunales apuntan un perfil muy distinto.

De todo esto sacamos dos conclusiones: Primera, que nadie duda de su liderazgo y sus exitosas decisiones para la empresa y, segunda, que su ordenador estaba infectado con el virus de la transparencia de la justicia o que no adquirió un antivirus legal.

En este sentido, nadie está vacunado y no es el único que, si es obligado a exponer sus comunicaciones internas pudiera salir mal en el retrato y peor del juzgado. Ni será el último.

Por todo cuanto antecede, suplico que el staff directivo invierta en una solución legal que le permita luchar en vida de la empresa sin malgastar esfuerzos. En definitiva, actuar al estilo de estos gurús en todo lo que tiene que ver con sus cualidades positivas pero sin caer en sus errores que, seguramente, le hacen perder a uno la batalla, incluso después de muerto.

Vamos, que como nuestro Cid, nadie. Ni siquiera Steve Jobs.

Arcadio García Montoro