China ha celebrado este martes el 40 aniversario de su proceso de reforma y apertura económica, un punto de inflexión que ha cambiado al país asiático y lo ha encumbrado como la gran potencia emergente del planeta.

En un acto para conmemorar esta fecha, el presidente chino, Xi Xinping, prometió seguir por esta senda, aunque no anunció ninguna medida concreta para ello. Tampoco ha dado señales de querer reducir el control del Partido sobre la economía. Hay que tener en cuenta que es un momento delicado para la apertura económica del país, por la guerra comercial con Estados Unidos. Al comienzo de su discurso, ha querido destacar la buena marcha de la reforma en estas 4 décadas.

Además Xi, sin mencionar en ningún momento a Donald Trump, ha querido dejar claro que no piensa ceder ante las presiones del exterior: ha dicho que “nadie está en posición de dictar a China lo que debe hacer”, en una clara referencia a Estados Unidos.

La Reforma Económica China consiste en un proceso de reformas económicas llamado "Socialismo con características chinas" en la República Popular China. Comenzaron en diciembre de 1978 por los reformistas dentro del Partido Comunista de China (CPC) dirigidos por Deng Xiaoping. La meta de la reforma económica china era transformar a la economía planificada de China en una economía de mercado.

 

De la pobreza, a potencia mundial


Tras la muerte de Mao Zedong en 1976, accedió al poder Deng Xiaoping, que en 1978 se convirtió en el nuevo líder de la República Popular China hasta que falleció hace ya 21 años. Bajo su mandato, el Partido Comunista comenzó a abrirse al mundo. Para hacernos una idea, cuando Mao murió, el PIB de China suponía tan solo el 1,75% de la economía mundial. Cuarenta años después, la cifra ha aumentado al 15% de la riqueza mundial, más de 10 billones de euros. Para 2023, Bloomberg calcula que su aporte puede llegar al 28%. En 2015, Estados Unidos aportó el 24%. Su crecimiento en 2017 fue del 6,9%.

Además en estas cuatro décadas, China ha multiplicado por 80 el tamaño de su economía, hasta ser la segunda mayor del mundo y convertirse en la primera potencia comercial y manufacturera del planeta.

La otra cara de la moneda es que la economía china arrastra unos elevados niveles de deuda, por lo que las autoridades se han visto forzadas a adoptar una política restrictiva de crédito y disminuir las inversiones en infraestructuras. Además, sus socios económicos estadounidenses o europeos señalan que la liberalización de los mercados todavía es insuficiente. Acusan a Pekín, de no respetar la competencia, por subvencionar a las empresas chinas. La guerra comercial con Estados Unidos puede lastrar las exportaciones de la mayor potencia exportadora en el mundo.

 

Además en cuatro décadas, unos 800 millones de chinos han dejado de ser pobres. Pero esta mejoría no ha venido acompañada por un reconocimiento total de los derechos humanos y la libertad de expresión. De hecho el Partido Comunista Chino afirma que tiene potestad sobre estos asuntos, como parte de sus atribuciones irrenunciables. Es muy difícil, por no decir imposible, conocer los datos de presos políticos y ejecuciones en el país.

Internet, censurado


Y en un mundo interconectado, China ha conseguido que su internet censurado sea un éxito. La red, que tenía entre sus objetivos acabar con la censura en el mundo, no ha conseguido superar la censura de Pekín. Según un artículo de The New York Times, China tiene el sistema de control y vigilancia más sofisticado del mundo. Es el censor de internet más efectivo, y está exportando su modelo fuera de sus fronteras.

Google, que no funciona en el país asiático, habría cancelado la implantación de “Dragonfly”, que es precisamente un buscador que sí cumple con censura. Este proyecto ya había generado división entre los empleados y críticas de organizaciones pro derechos humanos, como Amnistía Internacional. El motivo habrían sido las tensiones internas a raíz de la privacidad y la recolección de datos de usuarios.