Tres empresas nos cuentan su experiencia dentro de la economía social. ¿Se puede ser socialmente responsable, promover proyectos para desarrollar ciudades sostenibles y obtener beneficios? Hablan desde tres ámbitos distintos: la fabricación de cerveza, las energías renovables y el i+D.



La economía social se caracteriza por ser una economía que apuesta antes por el interés general que por el inidividual, una gobernanza democrática y un desarrollo sostenible de las ciudades.

La cervecera Gabarrera nos explica su caso: parte de una industria, pero es una cooperativa de iniciativa social. Es un proyecto de desarrollo territorial para poner en marcha otros proyectos mediante los beneficios que obtiene. Cuenta con nueve personas en su plantilla: todas ellas procedentes de colectivos en riesgo de exclusión social. "A través de la cerveza, llegamos a muchos hogares y podemos hablar de otras cosas, garantizar unos puestos de trabajo y dar salida a otros proyectos", explica Mónica Somacarrera, administradora y fundadora de Cervezas Gabarrera.

Otro caso es el de La Corriente, una comercializadora eléctrica, como puede ser Endesa o Iberdrola con una diferencia: se trata de una cooperativa de consumidores. Para que podamos tener una factura eléctrica con ellos debemos ser socios de la empresa. "Así la gobernanza de la empresa es más democrática, todo el mundo tiene voz y voto, el capital está repartido entre los propios consumidores", explica Carlos Ruiz, desde La Corriente.

Luis Morales nos cuenta su caso desde CIDEC: un centro de I+D para la economía circular que se centra en el desarrollo de nuevos productos basados en el reciclaje y la reutilización. Su objetivo: introducir la transformación digital sostenible en los modelos de negociación de las organizaciones.

Todos estos proyectos trabajan bajo la protección de MARES, un proyecto de transformación urbana que acoge distintas empresas para hacer una ciudad más sostenible y cooperativa.